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Desde que OpenAI lanzó ChatGPT al público, el mundo educativo se ha enfrentado a un nuevo dilema: ¿cómo asegurar que los trabajos entregados por los estudiantes sean realmente suyos? Frente a esta preocupación creciente, investigadores de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) y la Universidad de Jilin (China) desarrollaron una guía práctica basada en evidencia para ayudar a los docentes a identificar cuándo un texto podría haber sido generado por inteligencia artificial.

La guía se apoya en un estudio publicado en la revista académica Written Communication, bajo el título “¿Escribe ChatGPT como un estudiante? Marcadores de compromiso en ensayos argumentativos”. La investigación comparó 145 ensayos universitarios reales con 145 redactados por ChatGPT, analizando los llamados “marcadores de compromiso”: elementos discursivos que reflejan una interacción consciente con el lector, como preguntas retóricas, opiniones personales o expresiones subjetivas.

Según el profesor Ken Hyland, coautor del estudio, los textos generados por IA, si bien son gramaticalmente correctos y coherentes, tienden a carecer de ese “toque humano” que suele manifestarse en el estilo y la intención del autor. Suelen ser impersonales, menos persuasivos y poco comprometidos con una postura clara. Por el contrario, los ensayos de los estudiantes reales mostraban una mayor variedad de recursos discursivos que denotan pensamiento crítico y una voz propia.

¿Cómo funciona la guía?

El recurso propone que los docentes evalúen aspectos como el tono del texto, la presencia de opiniones explícitas, la interacción con el lector y el uso de estrategias retóricas. Si el ensayo parece excesivamente neutral, plano, y desprovisto de marcas personales, podría tratarse de un texto generado por IA.

Sin embargo, los autores insisten en que esta guía no es una herramienta infalible ni reemplaza a los detectores automáticos. Más bien, sirve como complemento que ayuda a los profesores a desarrollar una lectura crítica e interpretativa. No se trata de cazar trampas, sino de comprender cómo se manifiesta —o se oculta— la autoría en la era digital.

 esta guía es un primer paso para enfrentar el creciente uso de ChatGPT y en la IA en ámbito escolar afrontando retos de la actualidad.
esta guía es un primer paso para enfrentar el creciente uso de ChatGPT y en la IA en ámbito escolar afrontando retos de la actualidad.

¿Qué soluciones pueden plantearse ante este nuevo escenario?

Además de herramientas como esta guía, el sistema educativo necesita adaptarse activamente al contexto actual. Algunas propuestas útiles podrían ser:

  1. Diseñar tareas menos susceptibles al uso de IA, como trabajos basados en experiencias personales, reflexiones en clase o análisis de casos locales y actuales.
  2. Incluir etapas de desarrollo del trabajo, como borradores, discusiones orales o presentaciones que evidencien el proceso de pensamiento del estudiante.
  3. Educar en ética digital y uso responsable de la IA, enseñando cuándo es apropiado usar estas herramientas como apoyo y cuándo no.
  4. Promover la escritura colaborativa y el feedback entre pares, para reforzar el valor del pensamiento propio y el aprendizaje activo.

Más allá de la detección: una oportunidad para repensar la enseñanza

La inquietud de fondo no es solo tecnológica, sino profundamente pedagógica. Como subraya Hyland, “en la universidad no solo enseñamos a escribir, enseñamos a pensar”. Esa es precisamente la habilidad que debemos preservar frente a una tecnología que puede facilitar, pero también empobrecer, el aprendizaje si no se usa de forma adecuada.

La guía creada por estos investigadores puede ser implementada en centros educativos de todo el mundo, y es un primer paso para enfrentar el creciente uso de la IA en el ámbito escolar. Pero más importante aún es abrir el debate sobre cómo transformar la educación para que, en vez de combatir la inteligencia artificial, sepamos integrarla de manera ética, crítica y creativa.

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